Rol en el aula con alumnado no rolero: mi estrategia
Tengo un montón de posts pendientes en el blog. El tiempo no me da para mucho, y me temo que toca priorizar. Saltándome otros muchos temas que han ido surgiendo a lo largo de este curso (y que tal vez retome más tarde), quiero ir directamente al tema que más me interesa últimamente: divulgar sobre la introducción del rol en el aula de secundaria.
Y precisamente porque no ha sido todo fácil, ni flowerpower, ni un camino de rosas, quería empezar hablándote de mis dificultades y de lo que he intentado hacer para superarlas. Porque creo que es importante que (por mucho que a mí me gusten los juegos de rol) en clase el rol no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que hay que saber cuándo y cómo introducir.
Este post forma parte de una serie dedicada a mi proyecto Rebel Scum Games, para Diversificación (3º de la ESO) en el curso 22/23. Si quieres saber más, tienes todos los posts de la serie aquí.
Contenido del post ⬇
¿Por qué introducir rol en el aula de secundaria?
Soy profa por vocación, y constantemente estoy «cazando» elementos que puedo utilizar en clase en mi vida cotidiana. Guardo posibles herramientas y a veces las uso inmediatamente, otras pasado un tiempo, otras se quedan eternamente en la incubadora.
Yo probé el rol de adulta, y he de decir que estaba interesada en esta afición puramente por ocio, ¡me parecía que podía ser divertido! Las circunstancias de la vida hicieron que yo no pudiese probar el rol (a pesar de tener muchas ganas desde la adolescencia) hasta los taitantos. Pero cuando jugué por primera vez supe que eso quería llevármelo de alguna forma a clase.
Y es que jugando a rol no solo te diviertes… es que, aunque eres consciente de que es ficción y un juego, lo que estás viviendo lo experimentas con una enorme intensidad. Como cuando ves tu peli favorita y no puedes evitar llorar al final, que te sabes de memoria, porque realmente has CONECTADO. Pero aún más intenso.
El rol es divertido, emocionante, inmersivo, pero sobre todo, consiste en experimentar en primera persona una serie de hechos. Y le voy a robar el meme a mi amigo Óscar Recio, porque me viene perfecto en este caso.
El rol me pareció una forma de presentar los contenidos en forma de experiencia, pero que no se notara que eran contenidos. Para el alumnado no iba a ser una actividad más de la clase de lengua, sino una ruptura con lo puramente escolar, un juego. Pero escondería contenido valioso.
Es por esto que se me metió entre ceja y ceja utilizar el rol en el aula como herramienta educativa.
A veces el rol NO es la herramienta adecuada
Desde que probé el rol en primera persona hasta ahora, han pasado unos cuantos años. Al principio, yo estaba fuera de la enseñanza (criando a mi hija). Después, no sabía bien cómo. Y el alumnado que tenía no era el adecuado, al menos en ese momento que yo estaba tan «verde».
Os lo explico: yo tenía un primero de Bachillerato que iba retrasadísimo en el temario (los pillé a mitad de curso) y varios terceros de ESO tan apáticos que yo no daba crédito. Y lo intenté, vaya si lo intenté. Llevé actividades motivadoras, algún juego narrativo. Nada. Me miraban impertérritos.
Como digo, seguramente yo tuve mi parte de culpa y no supe conectar con esos grupos, pero el caso es que me rendí (y sigo pensando que fue una buena idea). Por supuesto, seguí utilizando mis metodologías activas, intentando motivar al alumnado y utilizando herramientas que ya dominaba y que sabía que generalmente me funcionan bien.
Pero aquel curso no era el curso para innovar con propuestas rompedoras:
- Porque probar algo nuevo siempre supone invertir muchísimas horas de preparación
- Porque tienes que tener cierta seguridad de cómo quieres hacer las cosas
- Porque, si salía mal, no iba a saber si el fracaso era de la herramienta o mío o de la falta de química con el grupo
Por eso, me decidí a esperar un curso y empezar a prepararme para empezar con paso fuerte al curso siguiente. Para eso, me dediqué a empollarme la ley (porque quería asegurarme de ser capaz de cumplirla con un proyecto rolero) y a contactar con otres profes que ya estaban desarrollando experiencias roleras.
A veces, tienes que saber reconocer que tu alumnado no está preparado… y tú tampoco.
Cuando el alumnado no es del todo receptivo a los juegos de rol
Así que me pasé literalmente todo el verano preparando mi Proyecto Rebel Scum Games, un proyecto muy ambicioso basado completamente en juegos de mesa y juegos de rol en el aula: organizando el contenido, seleccionando juegos de mesa y aventuras de rol, revisando la legislación y cogiendo todas las tablas que pude como directora de rol (y es que yo, aparte de alguna partida infantil suelta para mis hijas, nunca había mastereado partidas de rol).
Y llegó el principio de curso. Yo con toda mi ilusión habitual de Profa el primer día + un enorme extra por lo que me traía entre manos.
Pero me encontré con un enorme obstáculo: la primera vez que, de forma absolutamente calculada, solté las palabras «juegos de mesa y de rol» en clase, en un grupo de Diversificación con 13 alumnos y alumnas, no fue la que esperaba. Solo dos mostraron interés. Otros reaccionaron a la segunda o la tercera mención aparentemente casual. Otros muchos abrieron los ojos cuando les conté, en plan confidencia no planeada, que yo creía que era posible evaluar sin exámenes, por ejemplo jugando a juegos de mesa o juegos de rol en el aula. Pero también había una alumna que se negó en redondo. Los juegos de mesa no le gustaban nada, no le apetecía probar, menudo rollo.
¿Y ahora qué? Tocaba pensar una estrategia para motivarla. Porque tenía claro que para que el proyecto fuera un éxito era imprescindible que todes estuviesen «en el bote». Así que te cuento lo que hice. Spoiler: ha ido bien.
Mi estrategia para introducir los juegos de rol en el Proyecto Rebel Scum Games
El curso ya había empezado, y yo no tenía tiempo (ni ganas) de hacer una nueva programación, pero tampoco quería que la alumna que no entraba en esto se quedara atrás. Por eso, replanteé un poco la estructura de mi programación para entrar poco a poco.
Tengo que reconocer que lo primero que hice fue recurrir a una herramienta un tanto torticera: le dije a la alumna que por supuesto podía optar por no jugar a ninguno de los juegos. Que podía hacer otro tipo de actividades, por ejemplo fichas, actividades y exámenes mientras sus compañeros jugaban. Lo sé, golpe bajo. Pero dicen que el fin justifica los medios.
Mientras tanto, planteé el plan B: si esta alumna veía con malos ojos los pocos juegos de mesa que conocía, meterla directamente en el rol era demasiado. Además, tenía en la clase otros 4 alumnos y alumnas poco habladores, extremadamente tímidos. Había que actuar con cautela.
Así que decidí dedicar el primer trimestre a mi «plan de transición» y lanzarme al rol ya en el segundo trimestre. Eso, además, me daba tiempo para seguir practicando y cogiendo soltura como narradora de rol, porque lo habitual es narrar a grupos de entre 4 y 7 jugadores, ¡y yo pretendía narrar a 13 adolescentes! Necesitaba urgentemente tener tablas. Por eso, he seguido dirigiendo aventuras y una campaña con sesiones semanales. Todo un curso intensivo para narrar partidas de rol. Ahora solo quedaba jugar rol en el aula.
Pero vamos al plan de transición 👇
- Empezar por juegos de mesa y juegos narrativos con mecánicas ultrasencillas: Timeline, Similo, Tabú, Código Secreto.
- Aprovechar alguna actividad sencilla (que ya os enseñaré) para dejar ver, sin darle importancia, mi molonísima colección de dados de colores y diferentes números de caras. Y, por supuesto, comentar que en el rol se usan TODOS.
- A partir de ahí, tocó dividir la experiencia del juego de rol en partes para que comprendieran e interiorizaran las mecánicas. La primera, la de los dados, incluyendo personajes pero de forma muy sutil: jugamos a una adaptación mía del juego Mapeando las catacumbas, que estrictamente es un juego de rol en solitario pero no requiere que los personajes estén desarrollados, ni tomar decisiones entre múltiples opciones, ni interpretarlos (podría hacerse, pero no es imprescindible). Nos enfocamos en familiarizarnos con los dados y que sus resultados tenían consecuencias. Cuando murieron todos menos una alumna y todos gritaron «¡Waaaa, brutaaaaal!» supe que ya los tenía en el bote.
- Siguiente paso: interpretar personajes en una aventura. De nuevo adapté un juego, Sherlock Holmes, detective asesor. Se trata de un juego de investigación en que te enfrentas a un reto, un caso digno del mismísimo Sherlock Holmes. Yo decidí rolearlo un poco: los alumnos y alumnas tenían que ser parte del grupo de Los Irregulares de Baker Street (sin tirar dados). Les hacía hacer las preguntas, tomar las decisiones, decirme qué buscaban y dónde. Yo interpretaba a todos los personajes que iban conociendo (sorpresa, risas, luego entusiasmo) y les decía qué encontraban. ¡Y se metieron en el caso!
- Finalmente, los hice desarrollar su vena creativa: jugamos a Malditos, de Santiago Eximeno. Tenían que desarrollar una historia que no existiera previamente sobre un objeto maldito, y contarla en primera persona, como si hubiesen protagonizado una peli de terror.
Por supuesto, todos estos juegos entroncaban con la materia que íbamos estudiando y aplicando, no era jugar por jugar.
Y lo mejor: con todas estas experiencias, ya sentía que los conocía lo suficientemente bien como para saber guiarlos en una historia de rol y que no se iban a quedar bloqueados, porque habían practicado todas sus mecánicas por separado: dados, interpretación, toma de decisiones y co-creación del universo narrativo. ¡Ya estaban listos!
Espero que este post te haya resultado útil. Me gustaría crear un post sobre cada uno de los juegos mencionados y contar cómo los utilicé en clase, pero tendrá que ser más adelante. ¡Hasta pronto! 😊